lunes, 27 de junio de 2016

La observación del camino. Entrevista a Magali Alabau






"Tiene el don de saber tejer magistralmente, e intercalar fragmentos de sueños esporádicos y ruidos de una ciudad que devora..."

Manuel Adrián López




¿ Qué recuerdos atesoras de tu infancia?


  Ir al cine casi todos los días con mi abuela paterna a partir de los cuatro años y medio.En Cienfuegos, un pueblo de la provincia de Las Villas, en aquel entonces, en los años 50's existían tres cines (todavía existen): El Prado, El Luisa y El Terry. Abuela no tenía que pagar para entrar en estas salas. El cine nos quedaba cerca de la casa, y cada tarde, abuela y yo prendida de su mano, caminábamos en silencio las pocas cuadras. Casi siempre esos cines de pueblo mostraban tres tipos de películas, las de vaqueros e indios, las de los americanos contra los japoneses y las mejicanas. Me gustaban los indios, esperaba el momento que salían al ataque gritando hacha en mano. Los japoneses siempre con bayonetas y caras de malos hacían los filmes menos aburridos. Las películas mejicanas eran las más apreciadas por abuela, y cuando Elsa Aguirre, la actriz famosa del cine mejicano, se asomaba desde la ducha, aguantada a una cortina que cubría su cuerpo desnudo, y le hablaba en un tono especial a Pedro Infante que la contemplaba extasiado, abuela hundía mi cabeza en su regazo tapándome los ojos para que no viera lo que sin duda era una escena para adultos. 


¿ Qué recuerdo conservas de tu juventud?


  Una de las experiencias más transcendentes fue estudiar en la Escuela Nacional de Arte en La Habana. Obtuve, como otros brigadistas que fueron a alfabetizar en 1962, una beca para estudiar lo que deseara.  Una vez en la escuela de arte tuve que pasar por una selección más cuidadosa de Ugo Ulive, el director de la Escuela de Drama.  En esta selección era donde se determinaba si uno tenía alguna posibilidad o talento para participar en el teatro profesional en un futuro no muy lejano.  Cada año, al final del curso, se descartaban algunos estudiantes y el grupo se iba haciendo más reducido.  Los alumnos llamábamos a este proceso “las eliminaciones”. Sufríamos una especie de miedo a ser eliminados de la vida teatral. Durante tres años estuve sometida a tales eliminaciones. Escapé de ser excluida en ese proceso de cada año solo para en 1965 terminar descartada cuando ya no se descalificaba por talento sino por preferencia sexual o por no estar de acuerdo con el curso que la revolución cubana tomaba en aquel entonces. Sin embargo, guardo momentos únicos que no pudieron quitarme al separarme de la escuela. Interpreté varias escenas en el papel de Madre Coraje de Brecht el segundo año, y en el tercero me dieron el papel de Mefistófeles del Fausto de Goethe.



En tu amplia trayectoria vital, has sido actriz, directora de teatro y poeta, ¿en cuál de estas facetas artísticas has llegado a sentirte más libre? 


  La poesía. El teatro es un arte colectivo. El único momento verdaderamente libre es cuando uno actúa frente al público. Cuando las funciones comienzan el director ya no puede interrumpir como en los ensayos para dar alguna que otra indicación. Por otra parte, el teatro exige disciplina externa: asistir puntualmente a los ensayos y después a las funciones, memorizar, atender a la necesidad del grupo. Demanda del actor mucha paciencia, uno debe estar preparado para fuerte criticismo no solo del director sino luego, y por supuesto, del público.

Yo no dirigí muchas obras, cinco en total. La responsabilidad del director de teatro es absoluta. Es el encargado de la producción. También de los gastos de la puesta en escena. Debe escoger la obra más idónea para ser montada por ese grupo de teatro en particular. Se le exige sea una persona que, además de paciencia, comprensión y responsabilidad, confíe en los actores y sostenga una relación amistosa con todos, desde el luminotécnico hasta el encargado de revisar los props.
El poeta escribe cuando quiere y puede. Es responsable de su obra y trabaja solo. Tiene gran libertad.



¿Qué suponía hacer teatro en Cuba en la década de los 60?


  Desde enero de 1962 hasta principio del 65 estuve internada con una beca en la Escuela Nacional de Arte. Iba al teatro cuando la escuela nos llevaba en transportes especiales, eran salidas supervisadas. Vi varias puestas en escena de bastante calidad. El círculo de tiza caucasiano, de Bertold Brecht, producción dirigida por Ugo Ulive que a su vez era el director de la Escuela de Artes Dramáticas dentro de la Escuela Nacional en Cubanacán. Contigo pan y cebolla, de Héctor Quintero con la buena actuación de Berta Martínez. Vi Romeo y Julieta, dirigida por el checo Otomer Krejca, con la estelar actuación de Roberto Blanco. Asistí a una función de Aire frio, de Virgilio Piñera.
Es mi impresión, que existía un gran impulso creativo en esos primeros años de la revolución.  El teatro era muy apreciado porque además de entretener al público servía como medio de difusión de cierta ideología.

La Escuela Nacional de Arte es un ejemplo de la gran actividad teatral que se promulgó en los años 60.  Edificios diseñados por los arquitectos Vittorio Garatti, Ricardo Porro y Roberto Gottardi contaban con una Escuela de Ballet, otra de Artes Plásticas, otra de Música y Artes Dramáticas en el lugar donde anteriormente existía el Country Club rodeado de mansiones abandonadas por sus dueños a partir de 1959, cuando se exilaron en los Estados Unidos.  Los nuevos edificios no fueron terminados mientras yo estuve de alumna. Había locales provisionales donde se impartían clases de dicción, expresión corporal, esgrima, literatura, marxismo, etc.  Los becados residíamos en las mansiones, luego albergues, que estaban supervisadas por un grupo de mujeres llamadas Macarencos, un tipo de milicia responsable de la conducta de los becados en los albergues. En la ENA se formaron, aparte de actores y directores de teatro, luminotécnicos, escenógrafos, maquillistas, pianistas, directores de orquesta, violinistas, así como pintores, escultores y litógrafos.

Además de la ENA, el gobierno creó la Escuela de Instructores de Arte que generalmente eran maestros que impartirían clases de teatro en zonas rurales.

Yo me marché de Cuba en el 1966, y después no seguí el desarrollo del teatro que se hacia allí. Pero, sí, hubo un gran movimiento teatral. En los 60 se dio importancia a la producción de obras cubanas. Se crearon nuevos grupos de teatro que eran subvencionados por el gobierno en contraste con las pequeñas salas teatrales que existían en años anteriores por mera voluntad de existir, sin mayor público. Los autores que en esos años la revolución promovió se habían formado en esas pequeñas salas de teatro en los 50.  De cierta forma, la nueva energía en el teatro se debió a estos autores formados en el teatro anterior a la revolución, como Virgilio Piñera, José Triana y Antón Arrufat.





Volviendo la vista atrás, ¿qué te sugieren nombres como Estorino y Revuelta? 


  Conocí a Vicente Revuelta y Abelardo Estorino a raíz de la expulsión de un grupo de becados de la ENA (Escuela Nacional de Arte), yo incluida, porque sospechaban o estaban convencidos de que éramos homosexuales. Se nos ocurrió a algunos de los expulsados formar un grupo y no permitir que el fatal incidente detuviera nuestras aspiraciones de pertenecer al teatro. A este grupo lo llamamos Teatro Joven. Buscamos una obra de un acto que encontramos en un número de la revista Casa de las Américas, se titulaba Los mangos de Caín y el autor era Abelardo Estorino. La obra tenía como tema la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, con un personaje invisible que era el Dios del Viejo testamento, intolerante, autoritario. Semejante Paraíso resultaba asfixiante y los cuatro integrantes de la primera familia vivían vigilados constantemente, además de que se les exigía obediencia ciega.
No recuerdo cómo nos pusimos en contacto con Estorino, pero imagino que a través de algún ex-profesor de la ENA o de algún muchacho del grupo que lo conocía. La expulsión de profesores y alumnos de la primera generación de la ENA fue una de las primeras purgas que el gobierno desató en las artes. Se sospechaba que después de la ENA el mismo tratamiento se daría a todas las instituciones teatrales. Había una especie de pánico extraviado en la atmósfera cultural. Y la gente esperaba malas noticias, pues todo parecía indicar una cacería de brujas.
  Debo elogiar a Estorino, porque permitió que unos jóvenes expulsados y ya catalogados con problemas ideológicos expusieran su obra en tales circunstancias. Sobre todo porque Estorino era un tanto cauteloso.  
Vicente Revuelta fue un ser magnánimo con el grupo de los expulsados.  Nos acogió en Teatro Estudio, y nos dio un salón para que ensayáramos por el tiempo que quisiéramos. Para él, nuestra mayor virtud era que fuésemos independientes. Nos visitó dos o tres veces y comentó sobre la producción con un espíritu alentador y casi protector, algo que necesitábamos en esos meses. La importancia de la obra, al cabo del tiempo, no radica en que fuese una producción consumada, aunque tratamos. Lo importante fue el valor, el atrevernos en un medio tan hostil que habían creado la Unión de Jóvenes Comunistas y los líderes culturales del momento. Después de dos funciones, y con boletos vendidos, se prohibieron las funciones de Los Mangos de Caín. Creo que este golpe, cerrarnos las puertas en la Sala de los Arquitectos, donde se estrenó la obra, anunció lo que estaba por venir en un futuro no muy lejano.


Ya en USA, he leído que pudiste dar clases con Lee Strasberg, ¿qué influencia quedó en ti de esta genialidad del teatro? 


  Aprendí en las clases de Lee Strasberg la importancia de crear un personaje partiendo de lo interior hacia lo externo. Quiero decir, no adoptar la forma o como uno imagina que sería el personaje físicamente, ni imitar su comportamiento, sino comenzar a través de la psicología del personaje que el dramaturgo nos presenta. La memoria sensorial consiste en uno de sus aportes más importantes a la técnica de actuación contemporánea. Se trabaja a partir de nuestro aparato sensorial. Un poco a lo Marcel Proust cuando su memoria se activa con la inmersión de un bizcocho en la taza de té en la novela En busca del tiempo perdido.  Según Strasberg, los sentidos abren todo tipo de recuerdos y emociones, que precisamente son el material principal que el actor tiene a su disposición. Y sucede que, en la vida real, es la memoria de los sentidos la que nos despierta grandes emociones. A veces uno pasa por una calle y hay un olor en particular que nos puede conducir a un recuerdo del pasado y producirnos la misma emoción que en aquel entonces.  En las clases de Strasberg se comenzaba siempre con ejercicios sensoriales. Strasberg incitaba al actor a usar memorias íntimas y adaptarlas al personaje. Por ejemplo, se requiere que la actriz llore al ver a su madre muerta en una escena de una obra, pero, ¿cómo hacer que la actriz sea veraz y llore en todas las funciones, y en el mismo momento, si lo que está presente frente a ella es solo otro actor en una cama pretendiendo estar muerto? Ahí es donde uno acude a la memoria sensorial y busca algún paralelo que se ajuste a las exigencias del personaje. Strasberg proporciona al actor verdaderas herramientas, técnicas para darle vida a una identidad surgida de la ficción.

  Cuando llegué a los Estados Unidos estaba determinada a adquirir técnica como actriz. No quería distraerme más en los problemas diarios, el choque inicial del exilio, quería seguir lo que realmente me importaba. Desde antemano sabía que el arte sana, y el teatro mucho más, porque uno deja los problemas propios y se sumerge en los del carácter que interpreta. Concentrándome en ese pensamiento, ese anhelo, a los tres meses de vivir en Miami me trasladé hacia Nueva York. Después de ubicarme, conseguir apartamento y trabajo, ni siquiera un buen trabajo, me puse en contacto con el grupo de Antonia Rey y Andrés Castro y obtuve mi primer papel en el teatro, el de Melibea en La Celestina. Al mismo tiempo busqué cómo entrar a las clases de Lee Strasberg. Tuve que tomar por un año clases con Peggy Feury, que daba un curso preparatorio, para familiarizarme con el método de Strasberg. Después de un año obtuve permiso para asistir a las clases y pasé otro año estudiando con el grupo que se reunía en el Carnegie Hall. Luego, abandoné las clases y fundé con Manuel Martín el Teatro Dúo y ya no tuve tiempo para otras actividades, pues de por sí trabajaba por el día en un horario de 9-5.


¿Cuándo la poesía emerge en Magali?


  Cuando era joven y, sin tener aspiraciones de ser actriz, me decía a mí misma que escribiría, aunque entonces no pasó de ahí.
Abandoné el teatro en los 80 y, en medio de cambios fundamentales en mi vida, comencé a escribir. De un tirón hice Electra, Clitemnestra en 1985. Y, encantada de haber encontrado otro medio de expresión, seguí con La Extremaunción diaria, Ras, Hermana y Liebe.

  En otro de esos momentos decisivos decidí no escribir más, pensé que mejor sería hacer algo menos centrado en mi misma. Con una amiga comencé a adoptar gatos y perros abandonados. Trabajaba de día y ya era imposible concentrarme en nada más. Veinte años exactos pasé sin escribir, apartada, rompí con todo lo que me recordara el teatro o la poesía, y di inicio a otra vida.

  En 2008, después que una amiga poeta me visitó en Woodstock y, de alguna forma, sin palabras, incitó a salir eso que nunca se apaga adentro, escribí de un tirón Dos mujeres. Luego seguí con Volver, y ahora Amor fatal. Nunca doy por sentado que hoy será igual que ayer. Sé que la escritura no me abandonará, pero sé también que no se trata de escribir solamente sino que la reflexión, la lectura, la conciencia y el afán son los que abren el camino a escribir textos de alguna importancia.


Estableciendo un paralelismo entre el teatro y la poesía, ¿qué proceso creativo resulta más evocador, el de la poeta que se sienta frente a una hoja en blanco, o el de la actriz que se esconde en su soledad para estudiar y preparar un papel? 


  Nunca me escondí como actriz en la soledad. Todo lo contrario, uno piensa, actúa o quiere actuar como el personaje desde que amanece. Para hacer un papel que proyectara el carácter de Marilyn Monroe o Jean Harlow en La estrella y la monja, producción del Dúo Theater, me fui a California, a Hollywood, a ver cómo vivían estas actrices, a respirar el mismo aire. Fui al cementerio donde Marilyn está enterrada. Leí hasta de vicio sobre su vida, no tanto sobre la de Jean Harlow. Me decidí por encauzar más el personaje hacia la personalidad de Marilyn. El tema de la obra de Tom Allen, más que nada, es la exposición de lo que puede padecer una estrella de cine, un icono, una mujer famosa, un símbolo sexual creado por los grandes estudios cinematográficos, un producto para la consunción del público. Al final, la estrella se suicida, o se desploma ante las presiones por conservar la fama o la lucha por hacer otros caracteres que se apartan del símbolo que la caracteriza. 
  Cuando escribo pienso como cuando actuaba. En el papel soy tanto mi hermana como Electra o Clitemnestra, asimismo cuando encarno un homosexual hombre en Amor fatal, del mismo modo que soy la poeta Marina Tsvetáieva, en el poema del libro Volver. Siempre se calcula erróneamente que el material de mi poesía es biográfico porque es sumamente vívido. También era muy real cuando en el escenario creaba un personaje desquiciado. No he estado en ningún manicomio, pero sí puedo meterme en la piel del otro, de lo que me causa un efecto ya sea viendo, conviviendo u observando. Imagina, si lo que escribo fuera autobiográfico cuántas vidas hubiese necesitado para expresarlas en libros de poesía. La imaginación, la empatía hace que uno se convierta en el otro. Y vamos a un punto importante, yo soy todos y todos son yo. Una enseñanza cristiana, budista, kantiana y cuántas cosas más. Yo no me he muerto pero puedo hablar de la muerte casi como si la conociera porque he visto morir. Siento que así es cómo trabajo, antes como actriz, y ahora escribiendo.


¿Qué supuso ganar la beca Oscar B. Cintas? 


  Me dio alegría contar con 10.000 dólares y tener que hacer un proyecto que se materializó en la escritura de Hemos llegado a Ilión. Con ese dinero viajé a Cuba y, aunque del todo no sabía de qué escribir, la emoción de ese encuentro se convirtió en un texto.
Ha sido la única beca a la cual aspiré y, después de intentarlo dos o tres veces, gané. Pienso que la obtuve por las buenas recomendaciones que a la tercera vez conseguí. No por mis méritos solamente.
No traté más en ninguna otra porque esas peticiones de recomendación me disgustan. Es como pedir limosnas. A veces uno ni conoce a la persona en cuestión. Por otra parte, qué pesadez para esas personas tener que dar recomendaciones. La obra de un autor se debe medir por la calidad y punto, no por las recomendaciones.


¿Con cuál de los poemarios publicados te sientes más tú?


  Con todos, no puedo escoger entre ellos igual que no puedo escoger entre mis gatos a cuál quiero más.


 En muchos poetas es difícil encontrar una voz propia, ya sea por falta de honestidad, de trabajo o de simple emoción. ¿Cómo se llega a gestar una voz poética que penetre y rasgue el pecho de quien lee a Magali Alabau?


   Yo nunca pensé en voz poética ni nada por el estilo. Fui comprendiendo el término porque oí a los conocedores escribir o decir sobre la voz poética. Ahora, en este momento, sé lo que es: una voz única. Una voz que no tiene ni de fulanito ni de la Ilíada. ¿Cómo se adquiere? No sé. Pero mi única recomendación, si es que yo la tuviese, sería una autocrítica constante, una determinación a buscar lo verdadero, lo esencial en todo; y, frente al poema, lo mismo. Leerlo, releerlo, multiplicarlo hasta el cansancio. Dejarlo, volver al texto, cortar todo lo que no sea esencial. Por otro lado, es necesario acostumbrarse a analizar, a investigar, uno no puede ser un ser pasivo ni ante la vida ni ante la creación. Hay personas que obtienen la voz entre el bullicio de la vida y es totalmente una voz real. Yo necesito quedarme sola. Necesito tiempo y estar concentrada no solo para escribir sino para analizar los sucesos, lo que leo, la historia, el material que luego sale en el papel sin ningún esfuerzo. Yo creo que me acerco a la poesía como me acerco a todo, con pasión. El resultado, en todo, incluyendo la poesía, es lo que uno hace con lo que nos han dado.


¿Cómo transcurre un día en la vida de Magali Alabau?


  Para mí, un día lleno de posibilidades, aunque hay enemigos de esos días. El cansancio, las demandas de la existencia, lavar, comer, cocinar, limpiar, atender a los animales, prepararles la comida, lavar las latas para reciclar, hacer listas y, por fin, la peor de todas las inmundicias, el insomnio, que —cuando aparece— me roba mucha energía. Pero entre estas tareas obligatorias y necesarias leo, oigo música, pienso y escribo.



Lectora feroz, ¿cuáles son las influencias narrativas y poéticas de Alabau? 


  Solo soy una lectora feroz de la crónica roja. Leo un libro de un tirón si logra mantenerme atenta. Si un libro me aburre lo dejo a un lado. ¿Influencias? No se me ha ocurrido pensar en ellas. Me gusta leer todo lo relativo a historia, mitología, novelas históricas, como las de Margarite Yourcenar o Padura. Tratados y evangelios gnósticos. Mi autor preferido es el que leo en el momento. Carlota Caulfield, poeta, ensayista, señaló en el prólogo de Dos Mujeres, la relación de mi poesía con las pinturas de Francis Bacon. Cuando leí esta comparación pensé cuán perceptiva era la opinión de esta escritora porque si alguna obra me llama la atención enteramente es la de este pintor. Y es porque detrás de lo que percibo, y luego escribo, existe esta visión de algo desintegrándose. Todo lo que observo está en camino a la destrucción, descomponiéndose. Desorden, desgaste, entropía. Veo la transformación del objeto o sujeto a un estado de decadencia total. De cierta forma es terrible notar cambios imperceptibles alrededor de uno, y aún peor, en uno mismo. 







Recientemente, la Editorial Betania, ha publicado tu último poemario, Amor Fatal, personalmente, me ha parecido un trabajo mucho más intimista que los anteriores, se aprecia una mayor desnudez emocional y una construcción de imágenes trabajadas con exquisitez de alquimista, bajo tu punto de vista, que diferencia este de los anteriores?


  La historia de amor entre dos mujeres y del fin de ese amor, así como en la segunda parte del poemario, expongo la enfermedad, el desorden del cuerpo, el trasiego entre lo que es posible y luego inevitable, sí, ha sido tratado en tono íntimo. SIDA es un tema que no se habla como cualquier otra enfermedad. La fatalidad en el amor, la finalidad de una profunda amistad es también algo muy íntimo. Se prefiere hablar del principio y nunca del final. Pero en otros libros que he escrito he hablado de temas también muy íntimos: secretos de familia, enfermedades mentales, expongo los pensamientos de alguien a punto de suicidarse. Pero en Amor Fatal expongo en detalles esa desintegración de las relaciones humanas, de cómo la pasión puede convertirse en violencia y también en enfermedad por los celos, el deseo de apoderarse de otra individualidad y fundirse en el otro. Mi primer poemario, Electra, Clitemnestra  también habla de la intimidad violenta solo que se expresa a través de personajes de la mitología mientras que Amor Fatal no tiene intermediarios y casi que transmite un tono biográfico y por consecuencia intimo al relatarse.



Si fueras una canción…


 Seria esta canción de Strauss...

En el crepúsculo

Hemos ido de la mano 
por alegrías y penas,
ahora descansaremos de nuestros andares 
aquí, sobre el paisaje silencioso.

Los valles se alejan cuesta abajo,
el aire se vuelve oscuro ya,
y solo quedan dos alondras 
que ascienden sobre los aromas.

Ven, deja que aleteen,
pronto será hora de dormir
y no debemos perdernos
en esta soledad.

Oh paz ancha y tranquila,
tan profunda en el crepúsculo,
que cansados estamos de caminar.
¿Será esto, entonces, la muerte?






Por último, me regalas unos versos?


No fue tan poderoso Fausto.
No fue tan feliz,
ni tan apuesto
ni tan equilibrado.
Fue eje de pasión
y de impaciencia.
Mefistófeles lo supo,
era el más paciente de los dioses,
el más sabio,
el que siempre ríe
mientras otros lamentan
las vicisitudes del contrato.




Desde este blog, quiero agradecer la gentileza de Magali Alabau al haber compartido, un tiempo de vida, respondiendo a estas preguntas. Ha sido un privilegio para esta pagina compartir parte de sus vivencias.