jueves, 23 de marzo de 2017

El frío de vivir. Entrevista a Sergio García Zamora, Premio Loewe a la Creación Joven 2016




(...) Entonces comprendí que no se debe vivir a lo poeta, sino a lo hombre.

Jaime Sabines



  ¿Un ser tan joven ha tenido tiempo de sentir el frío de vivir?

¿Qué edad tenía Adán cuando fue echado del Paraíso? ¿Qué edad tenía Rimbaud? El 2 de agosto de 2012 murió mi abuelo Reinerio Zamora, el padre de mi madre; y el 29 de junio de 2014 nació mi hija Alba Sofía. La primera muerte y el primer nacimiento. He conocido el amor y la amistad. Y no he tenido que ir a la guerra para ver el horror,  ni para aquilatar la belleza. El frío de vivir es el imperativo de estar vivo, sin importar juventud o vejez. Toda vida es sobrevida mientras el Hombre no llegue al reino de la Poesía.

Estar, ser y permanecer en una isla como la suya, ¿aporta un plus de creatividad?

Creo que ya Juan Ramón Jiménez y José Lezama Lima debatieron con fineza y hondura, propias de sus genios, dicha cuestión. Prefiero que los lectores marchen a buscar ese coloquio fecundo entre dos grandes de nuestro espíritu. Yo no podría dictaminar mejor sobre la criatura de isla que nombró Dulce María Loynaz. Aunque cabría preguntarnos: ¿Borges era más creativo por vivir en Argentina? ¿O fue Borges quién conquistó, definitiva y fervorosamente, un espacio en el imaginario universal para su Buenos Aires? ¿Vivir en La Mancha o ser Alonso Quijano?


Al leer un poema siempre pienso lo complicado que fue para el poeta decidir dónde poner el punto y final, ¿qué proceso creativo hace a Sergio matar la inspiración con ese signo?

El poema siempre comienza antes que la primera palabra y siempre continúa después del punto final. El poema es la estación visible del viaje mayor. El poema es cuerpo y como cuerpo es finito. Hay que lograr que ese cuerpo resulte hermoso y sano, orgánico como tu propio cuerpo. El poema debe ser cuerpo vivo, cuerpo que respira, solo así puede contener lo infinito. Ícaro no puede llegar al Sol porque sus alas son construidas; para llegar a la Poesía las alas del poeta deben ser naturaleza, no artificio. El poema cobra autonomía cuando alcanza su real naturaleza; a ese epicentro se encuentra atento el poeta, pues se deben juntar voluntad y necesidad a la hora de determinarlo. El poema como continente es sucesivo, pero el espíritu que contiene y encarna es simultáneo. Me preguntas por la omega y te respondo por el alfa y la omega, te respondo sin responder. Temblar de felicidad cuando pones la primera palabra; temblar de vértigo cuanto pones el punto final. Y no saber lo que sabes. Eso: no saber lo que sabes. Todo cuanto yo te diga es pobre como la definición del unicornio ante el unicornio.


¿Cree en las influencias adquiridas de otros poetas?

Creo, como Lezama, en las influencias y en las fuentes. Las influencias generan semejanzas; las fuentes engendran diferencias. Las influencias operan sobre todo a nivel discursivo, mientras que las fuentes implican un pugilato de lo conceptual. Los copiadores de Rubén Darío lejos de elogiarlo lo demeritaban, no le concedieron su real valor. Contradictoriamente el mayor elogio es que otro le torciera el cuello a su cisne.


¿Cuáles son las suyas?

Esta es la pregunta en la que todos mienten, incluso a sí mismos. No responderla denota soberbia, por lo que resulta mejor declarar una genealogía ilustre, una genealogía que deviene deseo del autor y no realidad de su poética. Solo tus poemas pueden contestar con franqueza al lector. En este caso me gana la pereza de releerme. Más que delatar los nombres te doy con Borges la justificación del crimen: «Quienes minuciosamente copian a un escritor, lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura». ¿Quién no ha confundido a Borges con la literatura?  


La obtención del Premio Loewe a la Creación joven 2016, marca un punto de inflexión en su meteórica trayectoria, ¿qué se siente al alcanzar uno de los premios más prestigiosos de la poesía en España?


Amiga, tú perdonarás la desaconsejada costumbre de que otro responda por mí, como hace este poema de Derek Walcott:

Fama


Esto es la fama: domingos,
una sensación de vacío
como en Balthus,

callejuelas empedradas,
iluminadas por el sol, resplandecientes,
una pared, una torre marrón

al final de una calle,
un azul sin campanas,
como un lienzo muerto

en su blanco
marco, y flores:
gladiolos, gladiolos

marchitos, pétalos de piedra
en un jarrón. Las alabanzas elevadas
al cielo por el coro

interrumpidas. Un libro
de grabados que pasa él mismo
las hojas. El repiqueteo

de tacones altos en una acera.
Un reloj que arrastra las horas.
Un ansia de trabajo.


Eso es lo que siento: un ansia de trabajo.


¿Qué es lo fácil para el poeta?

Ser poeta


¿Qué es lo complicado?

Ser poeta


Siempre he visto en la figura del poeta a ese observador paciente que desde un satélite ajeno a la inmundicia, todo lo ve, todo lo sabe, ¿cómo se siente Sergio desde ese observatorio?

La culpa del destierro del poeta la tiene Platón, que fue de los primeros en echarnos; una culpa que heredaron los románticos que se desterraban a sí mismos; una culpa que combatieron los malditos, hasta devenir monstruos entre sus semejantes. Creo que eres víctima de los enemigos del poeta cuando lo piensas como «ese observador paciente»: François Villon,  Lord Byron, Charles Baudelaire y Arthur Rimbaud, ciertamente te convencerán de lo contrario. Bajo los revestimientos epocales todo poeta en verdad es un inmortal. «Mientras viva seré inmortal», dice Virgilio Piñera. Un inmortal que participa del mundo, de su horror y de su belleza. 


¿Uno es poeta a tiempo parcial o a tiempo completo?

Te recomiendo un texto de Roland Barthes titulado «Las vacaciones del poeta». Obviamente un poeta jamás tiene vacaciones, tampoco el lector. El mundo juzga como oficio lo que es en verdad naturaleza. No compromete el hacer, sino el ser. El oficio de la literatura puede confundirse con la naturaleza de la poesía. Hay dolor y goce en ser un poeta siempre, don y condena. Malraux nos dice que es muy raro que un hombre pueda soportar su condición humana, pero es más raro que un hombre pueda soportar su condición inhumana.


¿En qué registro navega más seguro, en el de la prosa poética o en el verso libre?

Nunca he navegado seguro. Lo seguro significa olvido. La Odisea no hubiese existido. Soy Ulises de vuelta a casa cuando escribo. Soy Odiseo, fecundo en ardides. La prosa o el verso son para el ojo y el oído. 


En El frío de vivir, la estructura y edición, cautivan desde la primera página. ¿Qué proceso creativo sigue para cuidar los detalles de la composición global?

El mismo proceso que engendró al dragón y a la quimera. La sumatoria de partes de animales conocidos, conforman al animal desconocido. Pero el nuevo ejemplar posee características que superan a sus donantes. 


De todos los poemas que componen El frío de vivir, ¿con cuál se queda?

Me quedo con todos, no hay forma de escapar de nuestras obras. Sin embargo, uno guarda cierta relación con algunos textos, independientemente de su alcance literario. En este libro hay uno de especial significación para mí, no quiero decir que sea mejor, sino que es íntimo:

Poema a la soledad de mi madre


Viendo la soledad de mi madre vi el rostro venidero de mi propia soledad. Tomaré el próximo tren y viajaré sin aviso. Qué clase de hijo sería, qué clase de hombre sería si después de escribir este poema olvidara ir a visitarla. Quiero grabar su gesto cuando me descubra en el umbral. Quiero grabar su gesto cuando me desconozca; cuando busque en mí al otro, al que era su muchacho. Siento nostalgia por ese encuentro que aún no ha sucedido. Ella preguntará cuánto tiempo ha pasado como si nada supiera, como si en realidad nada supiera. Ante la soledad de mi madre, ¿qué puedo justificar? ¿Volverme un escolar ante el maestro gravísimo? ¿Decir: Estuve enfermo, terriblemente enfermo? Pero la soledad de mi madre nunca pide explicaciones. La soledad de mi madre me acaricia el rostro como se acaricia el rostro de alguien que uno sabe para siempre perdido.








Visor, Editorial de referencia dentro de la poesía española, va a publicar este excelso poemario, personalmente le auguro un éxito importante en España, ¿da vértigo ser publicado en un la editorial poética de más prestigio?

Da vértigo publicar en cualquier editorial. Nadie sabe de tu crimen en la página hasta que lo publican. Nadie sabe de tu goce íntimo, hasta que le es revelado al mundo. Todos los inéditos se piensan capaces de lo genial. Lo publicados –los condenados– vivimos pidiendo otra y otra oportunidad a lo eterno.


¿Si hubiera nacido hace un siglo, a qué que generación poética le hubiese gustado pertenecer?

Sin dudas a todas. Siento una nostalgia irremediable por el pasado siglo; la peor de las nostalgia: la nostalgia por lo no vivido, por lo imposible. Ojalá ese sentimiento no me condene. Mi nostalgia comienza en 1923 y termina en 1986, el año de mi nacimiento. Si husmeas un poco enseguida comprenderás la razón de mi nostalgia, aunque sea un período que incluye algo tan atroz como la Segunda Guerra Mundial. Ahí están Borges, Vallejo, Neruda; los surrealistas, sobre todo los surrealistas; la Generación del 27, en España; y la Generación de Orígenes, en Cuba. 


¿Me regalaría un poema?

Después que uno ha pasado su juventud regalando poemas ajenos, no se puede cambiar en una entrevista. Nada contempla de asombroso preferir poemas ajenos antes que los propios. Como soy un maldito, tendrás que padecerme y aceptar esta conminación de Arthur Rimbaud:

Partida

Visto lo suficiente. Hallada la visión en todo el espacio.
Tenido lo suficiente. Rumores de ciudades, 
al anochecer, y al sol, y siempre.
Conocido lo suficiente. Los decretos de la vida.
¡Oh Rumores y Visiones! 
¡Partida hacia la afección y el sonido nuevos!





Sergio García Zamora. 
(Esperanza, Cuba,1986). Poeta y editor. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Las Villas. Autor de Autorretrato sin abejas (Ediciones Sed de Belleza, 2003); Tiempo de siega (Premio Poesía de Primavera 2009, Ediciones Ávila, 2010); El afilador de tijeras (Ediciones Sed de Belleza, 2010);Poda (Premio Calendario 2010, Casa Editorial Abril, 2011); Día mambí (Premio Digdora Alonso 2011; Ediciones Vigía, 2012) y El Valle de Acor (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2011; Editorial Capiro, 2012). 
Ha obtenido los premios Rubén Darío de Poesía 2015 y el Premio Loewe a la Creación Joven 2016